Te veo a través de la pintura que
recrean mis ojos,
el estómago domina mi espalda que se
encorva
con un dolor creciente y piernas en
escala.
Revientan lapiceros con desechos
¿Y
qué más queda?
Esa luz me enferma.
Están tus brazos y la patita blanca de
un gato
cactus interruptus en un tobogán de
carnes,
un encanto de funerales que otros
advierten
(virgen de narices y párrafos infestados)
Mis zapatos aletas nadan cerquita de tus
barcos
permanecen alertas de sombreros y un
armario abierto
(solo en uve se visualizan, cantan su
desahogo)
En el pasillo de fotos que reviven los sitios fantásticos
vuelan arrastrados los honores por esa tierra que yace.
Mejor durar parte del tiempo entre los
pájaros y el paraíso,
los plátanos son vestidos como muñecos
de historieta
y es ahí donde su temible cuello no
permanece tendido.
Ya veré cómo se van lejos de mí los
fantasmas de la sangre
ya advertiré sus mojados sueños ir
detrás de otros
socorriendo los suicidios que tiñen los
carbones secos.
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